La hija es joven y los padres aún lo son también: veintitantos, poco más de cincuenta, apenas sesenta...
Van despreocupados. Turistean por los lugares más emblemáticos de la ciudad y disfrutan de la compañía después de muchos meses de distancia.
La vida les tiene preparadas cosas muy buenas y tragedias inesperadas. No lo saben. Cuando no se conocen ni las unas ni las otras, se puede ser feliz en la ignorancia.
Una sencilla imagen -sin posar, sin evento importante, sin atuendos de fiesta- me ha devuelto a momentos en los que, sin saberlo, era especialmente dichosa. Un agujerito en el tiempo a través de un álbum de fotografías. La nostalgia de lo que fue y nunca ha de volver. Saber que se fue joven y se tenían las alas intactas. Recordar a quienes te querían incondicionalmente.
Imagen: mis padres y yo a finales de los 80. Sevilla.
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