Ir al contenido principal

Los hijos


Sus penas son las nuestras y sus alegrías, también.

Desde el primer día en el que sabemos que están en camino hasta el último de nuestras vidas.

Queremos que crezcan y que vuelen y queremos que sean siempre nuestros niños; queremos que se acuerden de nosotros y queremos que no miren atrás; queremos que tengan en su memoria los buenos momentos y queremos que olviden cuando no supimos estar a la altura. Queremos que crean que fuimos los mejores que les pudieron tocar, que perdonen nuestros errores y nuestras flaquezas. Queremos que el recuerdo de su infancia ilumine siempre el camino que tienen delante.

No es el día de los hijos, ni de los padres, ni de la familia. Es un día cualquiera en el que poner por escrito que son la luz de nuestros ojos y el motivo de levantarnos cada mañana.

Fotografía: mis niños.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En ...

Crónica de la excepción. Día 70

Ayer, 20 de mayo, James Stewart hubiera cumplido años. Nuestra infancia y juventud lo tuvo siempre presente.  En una época en la cual solo había una televisión y los barrios estaban llenos de cines de reestreno y programa doble, no era difícil encontrarse con sus gestos dubitativos y su peculiar voz (cosas del doblaje) casi cada semana.  Sus películas se reponían —alguna, como Qué bello es vivir , era un clásico navideño— y nos era tan cercano como los compatriotas que llenaban las novelas de media tarde o los Estudio 1. Pero esta entrada va de una pequeñísima parte de lo acontecido en su vida y que tiene que ver con otro grande del cine norteamericano, Henry Fonda. Ambos eran amigos, en ese grado en el cual la amistad pasa a ser casi un lazo de sangre. Eso, a pesar de las grandes diferencias que había entre ambos. La mayor de todas, quizá, sus tendencias políticas. Fonda era de izquierdas y Stewart, muy conservador. Su vida discurría paralela hasta que,...

Volver sin poder volver

Y te haces los kilómetros sabiendo que vuelves sin volver. Porque no se puede volver al abrazo de una abuela, a un cine de verano, a los bancos del paseo donde se cruzan las primeras miradas de deseo, a bañarte en una alberca, a oír los campanillos de los mulos. No se puede volver a las calles empedradas, a las noches en el zaguán, a que manos queridas te monden las pipas, a retreparte en una silla de enea, a la feria con amigas, a la tienda de Silvestre. No se puede volver a llenar un cántaro, a guardar sitio en las pilas, a sentarse en un tranquillo a ver pasar la vida, a que te pregunten de quién eres. No se puede volver a esperar la alsina de Málaga, a ver los carteles del cine de Pavón, a comprar magnesia en un cartuchito, a subir a la carretera a ver cómo anochece. No se puede volver a la Galaxy, a comer pimientos en los Vaqueros, a encargar un jersey en las Arjonas, a aguantar las miradas subiendo frente al Estrecho. No se puede volver a escuchar los chascarrillos de tu abuelo, ...