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Mi madre. Biografía de lo cotidiano III

Mi madre siempre iba a la moda. No le temía a ponerse lo último de lo último. Tenía mi madre una sonrisa espléndida, de la que estaba muy orgullosa. Fue rubia platino muchos años de su vida. En el pueblo y en el barrio la recuerdan aún algunos como "la rubia". Con doce años, viendo a mi padre subirse al camión de los quintos, supo que se iba a casar con él. Mi madre me contaba los imposibles dolores de cabeza que le daba el colgar el tabaco que mi abuelo cosechaba. Era optimista por fuera y pesimista por dentro. Se la llevó la tristeza que le crecía en el pecho, sin que pudiéramos ayudarla. No le gustó irse del pueblo y no le gustó volver al pueblo. A mi madre le gustaba hacer favores a familia y amigos. Mucha gente le pedía consejo. Hubo hermanos que la quisieron y alguna que no. Su infancia tuvo días luminosos en la huerta de la Camorra. Mi madre se hacía el rabillo del ojo, se ponía pinzas por la noche y me decía "Ana Mari, píntate un poquito". Adoraba a su madre...
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Deseos de fin de año

En esta tesitura del fin de año, todos nos tomamos un tiempo para pedir deseos -para nosotros y para aquellos a quienes queremos- y las listas, sorprendentemente, son coincidentes y contienen tres o cuatro cosas en las que nos ponemos de acuerdo, como por arte de magia, después de todo un año de desencuentros públicos o privados. Mis deseos para el dos mil veinticinco son sencillos y se resumen en tener, ni más ni menos, lo que tenía en esa fotografía tomada una soleada mañana en la galería de mi casa de Miguel Romeu. Y que era, a saber: La salud despreocupada de quien tiene un cuerpo que funciona cada día sin mandar señales. La alegría genuina y el entusiasmo ante lo venidero sin el velo sucio que le ponen las consideraciones negativas. La pasión frente a lo que se hace en cada instante, sin rumiar sobre el momento que pasó o sobre el venidero. La certeza de ser querida porque sí, sin condiciones, porque a eso se viene al mundo. La conformidad con los días y sus afanes y la capacidad ...

Una fotografía evocadora

Padres e hija caminan, un día de agosto, hacia la Torre del Oro. La hija es joven y los padres aún lo son también: veintitantos, poco más de cincuenta, apenas sesenta... Van despreocupados. Turistean por los lugares más emblemáticos de la ciudad y disfrutan de la compañía después de muchos meses de distancia. La vida les tiene preparadas cosas muy buenas y tragedias inesperadas. No lo saben. Cuando no se conocen ni las unas ni las otras, se puede ser feliz en la ignorancia. Una sencilla imagen -sin posar, sin evento importante, sin atuendos de fiesta- me ha devuelto a momentos en los que, sin saberlo, era especialmente dichosa. Un agujerito en el tiempo a través de un álbum de fotografías. La nostalgia de lo que fue y nunca ha de volver. Saber que se fue joven y se tenían las alas intactas. Recordar a quienes te querían incondicionalmente. Imagen: mis padres y yo a finales de los 80. Sevilla.  

Mi nombre

Ana María para el papeleo, la administración, Hacienda, la lista del censo, las citas médicas, la partida de nacimiento, la fe de bautismo, los desconocidos, el buzón, las cartas oficiales, los títulos... Ana Mari para los que más me quisieron y ya no pueden llamarme, para mis amigos del pueblo, para sentir los recuerdos, para hablarme interiormente... Ana para casi todo mi mundo de hoy, para mis alumnos, para quienes me conocieron de los catorce en adelante, para presentarme a la gente, para firmar lo que escribo y lo que creo, para girarme cuando oigo ese nombre, para que me llamen los más cercanos... Fui Ani a veces para una tita querida, Anamarisilla para mi madre cuando perdía la paciencia conmigo, Anita o Aniuska o Anamore para alguna amistad cariñosa y creativa... Me gusta porque lo heredé de mi abuela paterna, porque es nombre de reina, porque todo el mundo sabe pronunciarlo, porque no dudan al escribirlo, porque es mi misma esencia y porque, a pesar de haberlo usado tantos año...

Frutos del azar

  Todos somos fruto del azar. Estamos aquí por un capricho del destino que caracoleó a nuestro favor como pudo hacerlo en nuestra contra. Yo misma, tal como me conocéis, no estaría escribiendo esto, con estos ojos, con estas manos, con esta historia, si no hubiera sido porque un malogrado primer embarazo de mi mamá dio al traste con un bebé que hubiera nacido en febrero o marzo. Mayo no hubiera podido ser, de modo alguno, el mes en el que abrí los ojos al mundo. Si otra u otro hubiera venido más tarde, ya no sería esta Ana Mari. Así, admitamos como algo irrefutable que tanto estamos como pudimos no estar y que todo aquello a lo que nos aferramos como cierto y rotundo: que somos así o asá, que somos de aquí o de allá, que nos criaron los mejores o los peores, que estábamos destinados a este único e inapelable aterrizaje... todo es una casualidad, o un cúmulo de ellas, un universo personal que pudo haber sido otro, una historia que, en el colmo de las paradojas, podría ni siquiera ha...

Feliz cumpleaños, Germán.

Hay títulos que se consiguen por uno mismo. No se necesita a nadie más: son tuyos y nada más que tuyos. Y luego hay otros que no pueden obtenerse en solitario. Como los que nos otorgamos mutuamente nosotros, madre e hijo, el mismo día y a la misma hora. Te los dan sin formación previa, sin años de estudio ni presentación de méritos. Como si de la nada tuvieras que volar un avión o hacer una operación a corazón abierto, te encuentras un ser diminuto y frágil entre los brazos a quien debes acompañar, primero por caminos fáciles y luego -ay- por sendas peligrosas, todos los días de tu vida.   Te equivocas, tropiezas, disfrutas, lloras, reconduces, esperas, aprendes, te arrepientes, te felicitas...  Y llevas tu título con la esperanza de que quien sostiene el otro extremo, cuando haga balance el día final, se alegre de haber sido tú y nadie más que tú quien se graduó con él al alimón. Felices treintaiuno, Germán. Imágenes: Primer cumpleaños, el 5 de mayo de 1994, y un año después,...

Feliz cumpleaños, Inés

Sentir tus patadas en mi vientre, escoger tu nombre, cogerte en brazos, alimentarte de mí, consolarte, cantarte, cambiarte los pañales, vestirte, peinarte, enseñarte a querer, despedirte en el cole, leerte cuentos, llevarte de viaje, regañarte, curar una herida, enjugar una lágrima, cogerte de la mano, acompañarte a una fiesta, enfadarnos, descubrirte una mentira, esperarte de madrugada, hablarte de mi infancia, resolverte un problema, perdonarte, perdonarme, ordenar juntas, confinarnos, ir de compras, contarte un secreto, oír un secreto, bailar juntas, cantar juntas, reírnos, comentarnos chismes, hacer planes, cambiar planes, verte conducir, sufrir por un examen, querer a quien quieres, odiar a quien te daña, llorar contigo, llorar por ti, llorar sin ti... Ser mi vida entera. Felices veintidós, Inés. Imágenes: Primer cumpleaños de Inés, 3 de mayo de 2003 y en una excursión, algunos años después.