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Yinguelbels

Hoy es 15 de noviembre.
Hace dos días que cambié el armario pero con reservas: angustia al tocar los chaquetones acolchados, repelús al rozar la pana... Dejo fuera camisetas de tirantes y chaquetitas de entretiempo. Hoy, a trabajar con medias y con la cazadora en la mano..

Y me paro un momento delante de un chino y... ¡me entra una congoja! ¡Todo el escaparate lleno, pero LLENO, de bolas, espumillones, nieve artificial, postales navideñas, figuritas de Papa Noel, belenes, calendarios de adviento...! ¡Agggggggg!

No puedo con la Navidad.
Soy muy Grinch para eso, qué le vamos a hacer.
Solo la disfruté en los pongamos primeros 12 años de mi vida y en los primeros años de ser mamá. Ahora, a pesar de tener una niña, como esta  ya ha traspasado la línea de los Reyes Magos estas fiestas quedan muuuuuuuuuuy devaluadas.

En fin, a lo que iba. Que apenas acabamos de digerir los panellets y celebramos con un suspiro de alivio que hayan quitado arañas, telarañas y brujas de los aparadores ¡aparece la Navidad y su parafernalia insufrible!

Una Navidad que, echando unas mínimas cuentas, puede durarnos entre ocho y diez semanas. ¡Ahí es nada!

Como ocho o diez semanas de nuestra vida son mucho tiempo vamos a tomárnoslo con buen humor y preparemos la hoja de ruta indispensable para que el tránsito se nos haga llevadero. Aquí va una propuesta para los más organizados.

Empezamos dedicando la primera semana de noviembre a la adaptación climático-emocional que se requiere. Descolgamos brujas, guardamos calabazas -en el supuesto de que nuestra decoración hogareña sea estacional- y nos felicitamos por haber conseguido no comer ni un solo panellet.

La segunda y tercera semana de noviembre estaría dedicada, a saber, a la inmersión psicológica en el entorno navideño, a la preparación de listas de cosas in-dis-pen-sa-bles que debemos hacer antes del puente de diciembre, a la consulta sibilina sobre regalos y presentes, a la planificación de los encuentros -en tu casa o en la mía, pero sin morbo-, y a maldecir nuestra perra suerte que nos impide desmayarnos ahora y recobrar el conocimiento el 8 de enero.

La última semana de noviembre y las primera y segunda de diciembre entraríamos en un período de recapitulación o de frenesí según el tiempo invertido en las semanas anteriores. Se impone, eso sí: desparrame de objetos navideños -mayor o menor en función de la edad de los infantes que vivan en la casa en ese momento-; cierre de la lista de regalos salvo imprevistos; cierre de la lista de loterías compradas, cambiadas, compartidas; cierre de la lista de encuentros familiares; cierre de los ojos para no ver más estrellitas, lucecitas, guirnalditas... que adornan nuestras calles.

Y nos plantamos ya en el 21 y ahora los acontecimientos, como en las películas malas, se suceden apelotonados sin darnos respiro ni capacidad de recuperación:

a) La lotería: que nos toca, que nos toca, que sí, que este año hemos tenido el pálpito. Que porqué no vamos a ser nosotros los que salgan saltando como locos en el telediario. Que nos remojen con champán, ¡qué caramba! aunque eso sea una de las cosas más asquerosas que se me ocurre que me pueden hacer unos desconocidos en la calle por mucho que enarbolen un décimo premiado.

b) El cruce de regalos. Que si no regalas en estas fechas, te pongas como te pongas, eres mala persona, no los quieres y no te mereces ni el saludo. Que te cueste la misma vida vida acertar no solo con los que tú haces sino con los que recibes -por mucho que te hayas pasado las semanas de la hoja de ruta lanzando indirectas- no es excusa para librarte. Procura seguir unas normas básicas como no regalar patines a los mayores de 60 o trufas a los que se pasan el año haciendo régimen y, sobre todo, que no deban ser expuestos -a menos que te expongas tú a la desilusión de no verlos nunca- y que ocupen poco sitio en el trastero. Si sigues estos consejos el fracaso no será demasiado estrepitoso.

c) Las comidas en familia. Sean en casa, en restaurantes, se mezclen unas partes con otras, te hagan ilusión o te den grima... procura que sean pantagruélicas y que haya gambas. Así les pagarás a todos con la misma moneda. No te ilusiones porque ya sabes que las comidas familiares que disfrutas nunca coinciden con la Navidad, ¡qué le vamos a hacer! Obvia temas peliagudos si los conoces de antemano. Si metes la pata con alguien procura que sea adicto a las redes sociales para después poder arreglarlo en facebook. El lugar donde todo tiene arreglo.

d) Disfruta de las caras de los niños inocentes. Pueden ser tuyos o ajenos, da lo mismo. Bébete sus ojos cuando les digas que falta poco para Reyes, que el Cartero Real ya ha despachado su carta... Cárgate de alegría para los meses venideros cuando les cuentes cómo les va a ir de bien en la escuela, cómo están apuntados en el Gran Libro de los Buenos que lleva Baltasar al día... Que se te caiga la baba pensando que tú también fuiste ASÍ de feliz.

e) Cömete todas las uvas con las campanadas. No sé si estás suficientemente advertido pero no hacerlo te traerá múltiples desgracias. Entre ellas, y no la menor, que te llegarán infinitas invitaciones para que juegues a miles de juegos en facebook y correos donde serás muy mala persona si no das un "me gusta" al herido, al damnificado, al feo, al deformado... Tú verás... yo que tú me las comería. Cuando acabes, farfulla "felizañonuevo" y besa a los que tengas alrededor. Besa con la mente a los que querrías tener alrededor. No se enterarán pero a ti te hará bien.

f) Ve a la cabalgata de Reyes, con niños o sin ellos. Tírate con desesperación a por los caramelos. Si tienes más de 65 años, tírate igual, es tu deber como abuelo acaparador. No olvides guardar la bolsa llena hasta el día de la limpieza general de la cocina, momento este adecuado para tirarla a la basura.

g) Recoge el mismísimo día de Reyes -después de los ohs y ahs oportunos- todo lo que recuerde que la Navidad pasó por allí.
Hazlo con diligencia porque mañana tendrás que salir a buscar las caretas para Carnaval.

Imagen: http://www.fondosgratis.mx/

Comentarios

  1. ¿A qué hora dices que pasa la cabalgata?
    ¿Me da tiempo de un cafecito?

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  2. Que si, mujer.
    Al cafecito e incluso con ensiamadas.

    ResponderEliminar

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