Ir al contenido principal

Puesta de sol

Damos por hecho que lo que tenemos un día lo vamos a tener al siguiente.
Nuestra vida es una carrera atolondrada entre el trabajo, la familia, las obligaciones, el descanso que nos procuramos...

Vivimos con el incomprensible convencimiento de que solo nosotros somos los responsables de lo que hacemos o de lo que omitimos.

Y un día, para recordarnos que el control no depende de nosotros, perdemos la salud y frenamos en seco.

Asomados a la terraza nos maravillamos del ajetreo de la gente: unos corren sudorosos porque es lo que se lleva; otros cargan con bolsas de la compra; madres que empujan cochecitos a los que van cogidos pequeños berreantes... En el trabajo tu falta molesta y añade dificultades a las cotidianas; tu casa se llena de ropa sin lavar y de encargos sin hacer...

Y a ti no te importa. Tu cuerpo está reclamando algo y no sabes qué es. A nadie le das pena porque, por suerte, no te vas a morir. Cuando alguien va a morirse entra en el grupo de los desdichados y ahí todos se vuelcan porque lo que hagan por ti quizá sea lo último.
Cuando lo tuyo no es para morirse tus quejas cansan, tus males hastían, tus problemas entorpecen... Las llamadas se espacian, los abrazos se escatiman, los mensajes dejan de llegar, ante tus lágrimas se tuercen los gestos...

Y para ti no existe ni siquiera el consuelo de la conmiseración -pobre, pero al fin consuelo- que te da fuerzas para la lucha.

Estoy sentada no sé dónde. Frente a mí una puesta de sol. La luz desaparece poco a poco y muy pronto la oscuridad me envolverá. Dicen que el sol sale cada día pero uno habrá en que no salga y quizá sea mañana.

Imagen: misviajesporahi.es

Comentarios

  1. Coraje y adelante.
    La vida bulle, cierto.
    En este momento, una parada, un echa el freno y a cuidarte.
    Ya verás cómo pronto estarás de nuevo ante la vorágine incansable de la vida que vivimos.
    Muchos besos.

    ResponderEliminar
  2. Cierto, pero a veces cuesta. Un beso.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En ...

Crónica de la excepción. Día 70

Ayer, 20 de mayo, James Stewart hubiera cumplido años. Nuestra infancia y juventud lo tuvo siempre presente.  En una época en la cual solo había una televisión y los barrios estaban llenos de cines de reestreno y programa doble, no era difícil encontrarse con sus gestos dubitativos y su peculiar voz (cosas del doblaje) casi cada semana.  Sus películas se reponían —alguna, como Qué bello es vivir , era un clásico navideño— y nos era tan cercano como los compatriotas que llenaban las novelas de media tarde o los Estudio 1. Pero esta entrada va de una pequeñísima parte de lo acontecido en su vida y que tiene que ver con otro grande del cine norteamericano, Henry Fonda. Ambos eran amigos, en ese grado en el cual la amistad pasa a ser casi un lazo de sangre. Eso, a pesar de las grandes diferencias que había entre ambos. La mayor de todas, quizá, sus tendencias políticas. Fonda era de izquierdas y Stewart, muy conservador. Su vida discurría paralela hasta que,...

Deseos de fin de año

En esta tesitura del fin de año, todos nos tomamos un tiempo para pedir deseos -para nosotros y para aquellos a quienes queremos- y las listas, sorprendentemente, son coincidentes y contienen tres o cuatro cosas en las que nos ponemos de acuerdo, como por arte de magia, después de todo un año de desencuentros públicos o privados. Mis deseos para el dos mil veinticinco son sencillos y se resumen en tener, ni más ni menos, lo que tenía en esa fotografía tomada una soleada mañana en la galería de mi casa de Miguel Romeu. Y que era, a saber: La salud despreocupada de quien tiene un cuerpo que funciona cada día sin mandar señales. La alegría genuina y el entusiasmo ante lo venidero sin el velo sucio que le ponen las consideraciones negativas. La pasión frente a lo que se hace en cada instante, sin rumiar sobre el momento que pasó o sobre el venidero. La certeza de ser querida porque sí, sin condiciones, porque a eso se viene al mundo. La conformidad con los días y sus afanes y la capacidad ...